Tuesday, November 28, 2006

¿Recordamos "otras vidas", o recordamos las vidas de otros?




¿Recordamos "otras vidas", o recordamos las vidas de otros?
Un análisis crítico de la teoría de la reencarnación

Por Jesus Gonzalez Losada – jegonzal2001@yahoo.es

En la actualidad muchas personas creen y están fascinadas con la idea de la reencarnación. Los estantes de las librerías están llenos de libros sobre el tema, incluso está de moda el hacerse con la ayuda de la hipnosis una "regresión" con el propósito de descubrir y poder recordar nuestras "vidas pasadas". El hecho de que muchas personas recuerdan eventos y experiencias de los que están totalmente seguros no pertenecen a su vida actual, es quizá el argumento más poderoso a favor de la teoría de la reencarnación. ¿Cómo explicar estas vivencias? ¿Quién soy yo, realmente? ¿Soy acaso alguien del pasado que después de sucesivas "vidas" habita ahora en éste nuevo cuerpo temporal?

Si la reencarnación es cierta, se basa en dos importantes hipótesis que es oportuno analizar:

Primero, que yo existía antes de nacer.

Segundo, que cada uno de nosotros y todos los antepasados que nos precedieron desde los mismos orígenes, así como cada bebé que engendramos y consideramos nuestro, somos "alguien" que ya vivió innumerables veces en el pasado. A pesar de mi personalidad actual, mi género, ADN, genes, apariencia, carácter e individualidad única e irrepetible, "yo" soy ese "alguien" del pasado está ahora usando éste cuerpo en el que resido actualmente.

Todo esto nos presenta necesariamente un serio problema de identidad. En ese sentido, la cosa menos atractiva en la teoría de la reencarnación es que nuestra identidad cambiaría con cada nueva vida. Incluso si la profunda esencia individual no cambia, como muchos creyentes en esta teoría mantienen, esta posición encuentra grandes objeciones. Si nos reencarnamos, nuestra identidad es sólo absoluta en relación a nosotros mismos. No se puede construir una pareja y familia en forma definitiva y eterna. Somos simplemente almas individuales moviéndonos en éste vasto cosmos, naciendo y casándonos unos con otros repetidamente. Después de nuestra muerte volvemos de nuevo y pertenecemos temporalmente a otra familia, otro cónyuge. No hay continuidad mas allá del ser individual. No existen relaciones conyugales o familiares eternas.

En contraste, la belleza del amor real y autentico es que deseamos que nuestra pareja y familia tenga ese lazo eterno y absoluto. Que nuestro padre sea siempre nuestro padre, nuestra madre sea siempre nuestra madre, nuestro amado cónyuge sea siempre nuestro cónyuge esa "alma gemela" permanente, nuestros hijos, nietos, biznietos y demás descendientes sigan siendo nuestros descendientes. Antepasados y descendientes, ese bello concepto del linaje y la ascendencia llega a perder todo su sentido con la teoría de la reencarnación.

Además, si partimos de estos dos supuestos que ya mencionamos, de que existimos antes de nacer y que ya vivimos vidas anteriores, y los aplicamos en forma rigurosa para explicar la multiplicación y evolución de nuestros espíritus, la conclusión a la que llegaríamos es que debería existir un numero fijo de espíritus humanos. Ese numero, por lo menos, tendría que ser, como mínimo, de aproximadamente 6.000.000.000 de almas que son las viven en éste momento en los cuerpos de la población humana actual. Este numero de espíritus sería el que repetidamente regresaría varias veces a la Tierra a encarnarse y reencarnarse. El numero de reencarnaciones necesarias o posibles varía mucho según las diversas tradiciones espirituales que mantienen la creencia en la reencarnación.

El primer problema con dicho planteamiento es que no existiría "una multiplicación" o crecimiento en la población de seres espirituales humanos, como definitivamente vemos que ocurre en éste Plano Físico. A menos que, inventemos nuevas teorías para explicar como aparece, nace o es creado cada nuevo espíritu humano. Por ejemplo, hace 10.000 años cuando el numero de habitantes era relativamente pequeño comparado al de hoy en día, nos podremos imaginar la enorme lista formada por todos esos espíritus esperando encontrar un cuerpo disponible en el que reencarnar dada la poca cantidad de cuerpos en comparación al de espíritus.

Si ese espíritu eterno e indestructible que todos poseemos no se crea cuando nacemos. ¿Cuándo, cómo y de dónde apareció ese enorme numero de personas espirituales? ¿Cuándo, donde y cómo nacieron, se engendraron o fueron creados? Definitivamente, la teoría de la reencarnación plantea muchas más preguntas que respuestas.

Nosotros no continuamos simplemente existiendo después de nuestra muerte. Desde el comienzo y a través de nuestras vidas, vivimos en ambos mundos, el físico y el espiritual. Aunque la mayoría no estamos conscientes de esto, debido a que nuestros sentidos espirituales no están abiertos, vivimos rodeados por una gran cantidad de observadores. Aunque sean espíritus desencarnados, existen a nuestro alrededor e influencian y guían nuestros asuntos cotidianos.

La teología Católica Romana y la Cristiana Ortodoxa reconocen ese hecho en su doctrina en lo que se conoce como la comunión mística de los santos. Los católicos afirman que existe una constante comunión entre el mundo físico y el mundo espiritual. Por lo que hacen énfasis en la importancia de las oraciones para recibir la intercesión de los santos y continúen con su preocupación por la salud espiritual de éste mundo. Se enseña también que cada persona tiene un ángel guardián que nos asiste a evitar el mal y actuar con justicia. También se reconoce la existencia e influencia de espíritus malos. El evangelio claramente nos muestra cómo Jesucristo creía en estas fuerzas demoníacas y dedicó tiempo de su ministerio para liberar a muchas personas de tales influencias.

Estas creencias son muy similares en la mayoría de las religiones en el mundo. En el Oriente, por ejemplo, (Confucionismo, Hinduismo, Budismo, Sintoísmo, etc.) existe un gran respeto y culto por los antepasados difuntos, a los cuales se venera y se les pide protección.

Místicos, videntes, santos y espiritualistas que tienen conocimientos y vivencias reales de la vida en el Mundo Espiritual, reconocen la relación tan estrecha y cercana que existe entre estos dos mundos y que, seamos conscientes o no, nadie escapa a dicha influencia.

Una de las personas que podríamos considerar una autoridad sobre éste tema, es el científico y místico del siglo XVIII Emmanuel Swedenborg, que visitó y exploró el mundo espiritual por casi 30 años, registrando muchas de sus experiencias en 30 volúmenes publicados en Latín.

De acuerdo a Swedenborg la gente sí puede realmente recordar vidas pasadas, sin embargo, las vidas que recuerdan no son las suyas propias sino las de otras personas que vivieron en el pasado. Nosotros podemos acceder a la memoria de los espíritus que colaboran y están asociados con nosotros, de forma que podemos recordar sus vidas como si fueran las nuestras propias. Generalmente esos espíritus tienen en común con nosotros un carácter, nivel, temperamento y misión similares, y por eso es que se asocian con nosotros. Los buenos espíritus benefician y cooperan con nosotros, para acelerar nuestro desarrollo espiritual y el trabajo de la restauración en la providencia de Dios. A cambio de dicho servicio, pueden avanzar a niveles más altos a través de las personas a las que ayudan. En contraste, espíritus malos y vengativos pueden influirnos y tentarnos a actuar de forma inmoral o violenta. Estos espíritus se desahogan influyendo a la gente a realizar acciones inmorales y destructivas debido a su bajo nivel y a sus tremendas frustraciones y resentimientos. En éste caso la persona debe resistir fuertemente ese impulso malo, confrontarlo y superarlo, pues de otra forma, no podrá liberarse de esas influencias negativas. Los espíritus son siempre atraídos a personas que tienen un nivel, circunstancias, temperamento y misión similares a las de ellos. Debe existir una base recíproca, ya sea consciente o subconsciente.

Para comprobar experimentalmente la tesis anterior y poder refutar quizá lo que constituye el argumento más convincente a favor de la reencarnación, basado en el hecho de poder recordar "vidas" pasadas, proponemos el siguiente experimento:

1. Seleccionar a una persona sin prejuicios que no haya pasado por una "regresión hipnótica" anteriormente. Establecer que esta persona puede ser hipnotizada, y que no recuerda lo que dice durante la hipnosis.
2. Escoger por lo menos a tres "regresionistas" que no se conozcan entre ellos.
3. Realizar las "regresiones" bajo observación, grabarlas en vídeo, y no informar al sujeto del experimento nada del contenido de las "regresiones" hasta que todos los datos son recopilados.
4. Resumir todo lo posible las "vidas" descritas durante las sesiones de "regresión", separadamente, por investigadores que no se conozcan entre sí.
5. Comparar las épocas y fechas en el tiempo de los datos recogidos por los tres "regresionistas". Si dos o más de las "vidas" registradas ocurren en un tiempo similar a lo que razonablemente se pueda explicar dada la incertidumbre de la información obtenida, entonces, la "regresión" no prueba la reencarnación, puesto que un espíritu no puede encarnarse en dos cuerpos al mismo tiempo.

Además, si la reencarnación fuese cierta, sería lógico esperar que cada persona recordara siempre la misma secuencia de "vidas" en cada sesión realizada por cada uno de los "regresionistas". Los creyentes en la reencarnación, sin dar una explicación a lo anterior, insisten en que las cosas no funcionan de esa manera.

En conclusión, éste es el dilema: ¿recordamos "otras vidas", o recordamos las vidas de otros?